Las promesas solo alivian la propia conciencia. Breve es decir no, y difícil. El compromiso etéreo de un encuentro futuro posterga las justificaciones. Luego será la naturaleza, las circunstancias, las geografías diversas las que cargaran con la responsabilidad de un encuentro trunco, imposible. Cuanto un silencio, un malentendido irán en su auxilio.
Ese algo es el que no quiso, no pudo, no hay alguien tras esas circunstancias. El “no” pone toda la carga en uno, un monosílabo que hace jugar a todo un ser. Cierra una ficción con los créditos finales, empiezan enumerando a los protagonistas convirtiéndolos en pasado
-En que pensas?
-Ehh, no, nada, ya tenes todo listo?
-Me faltaría comprar yerba, le tengo que llevar algo a mi prima
-Ahora te acordas? Lo mejor sería en Ezeiza, no? En el free shop compras lo que te falte.
-Fíjate debajo de la cama si no me quedo nada.
-No…Tocaron el timbre, debe ser el taxi. Yo te cargo este bolso.
Ese “no” salio fácil. Quedaron cosas sobre la cama. Sueños. Buscábamos la mejor posición para apoyar la cabeza, extender los brazos, y prometernos pedazos de futuros compartidos antes de dormir.
Ahora subiremos al taxi, y será la última vez que viajaremos juntos. Nos besaremos largo, intentaremos abrazos de consuelo, y saldrá de mi boca la idea de un reencuentro, de un plan de viaje, de una nueva visita, nada será verdad. En lo mas visceral de tu ser lo sabes, pero harás como si no. Creerás en algo tan falaz, tan intangible como el lenguaje, que, sumado a la incertidumbre de cualquier tiempo futuro, tiene tanta veracidad como un informe militar en una dictadura.
Hasta pronto
Hace 10 años